Doscientos ochenta y nueve de los mil veintidós himnos
del Rig Veda tienen a Indra - el rey de los dioses - como único protagonista.
Como afirma el eminente sanscritista Arthur Macdonell (1):
"Indra es invocado de manera individualizada en la
cuarta parte de los himnos del Rig Veda, mucho más a menudo que los dirigidos a
cualquier otra deidad. Se trata del dios preferido nacional de los pueblos
védicos."
Macdonell completa su comentario con precisiones sobre el
perfil de la divinidad:
"Por otra parte, su aspecto es el más antropomórfico de los miembros del panteón y también el que más investido está de rasgos
mitológicos.
Indra es, por encima de todo, un dios de la tormenta, que
vence a los demonios de la sequía y de la oscuridad, libera las aguas y
conquista la luz. En segundo término es el dios de las batallas que ayuda a los
victoriosos arios a vencer a los enemigos aborígenes. "
El breve himno 171 del décimo mandala completa el retrato de
un Indra en constante contradicción, tanto con el resto de los dioses y de los
humanos como con él mismo y las prácticas ceremoniales (2):
Por el amor a Itatí, que exprime el jugo, empujaste su
carruaje. Sentiste la llamada del oferente de Soma.
Has separado la cabeza de la piel del rebelde Sacrificio
y lo llevaste a la casa del oferente de Soma.
O Indra, en un instante, cuando pensaste en ello,
perdiste al mortal Venya por el devoto Astrabudhna.
Lleva de nuevo al Sol al Este ahora que está en el Oeste,
o Indra. ¡Incluso contra la voluntad de los dioses!
Las virtudes de Indra, heredadas como sabemos por toda
suerte de divinidades sucesivas, algunas todavía vigentes, parecen una proyección
de los anhelos más básicos de sus súbditos humanos: conseguir seguridad y
riquezas.
En cualquier caso, los enfrentamientos territoriales de los
recién llegados arios con los multi-étnicos habitantes del subcontinente indio
fueron dejando paso a una sincrética convivencia.
A pesar de la aparición de una visión polifacética de la
realidad, representada por Brahma, Vishnu y Shiva, el culto a Indra y la
perspectiva maniquea de los contactos entre diferentes colectivos humanos (
"nosotros" somos ejemplo de civilización; "ellos", en
cambio, una pandilla de salvajes) nunca ha dejado de estar presente.
A lo largo de los milenios, los grandes desplazamientos de
población y las colisiones que generan han demostrado ser inherentes a la
evolución de la Humanidad.
Siempre se han producido, a menudo acompañados de
situaciones inaceptablemente trágicas. A pesar del crecimiento de una
conciencia de la globalidad de problemáticas y soluciones, lo estamos viviendo
- ¡todavía! - ahora mismo.
Los laberintos humanos en los que Indra busca una urgente
salida parecen seguir formando parte de nuestra cotidianidad.
(1) Arthur Anthony Macdonell (1854 hasta 1930), legendario
catedrático de sánscrito en Oxford, es autor de numerosos e indispensables
trabajos sobre védico y sánscrito. La cita proviene de la introducción al
estudio sobre Indra en "A Vedic reader for students".
(2) Como sucede a menudo en los himnos del Rig Veda, el
texto del poema 10.171 da por conocidos personajes, situaciones y prácticas
ceremoniales. Afortunadamente, los contextos de cada composición son a menudo
suficientes para captar su sentido y su belleza. Recordemos, en todo caso, que
el soma es una bebida de origen desconocido, imprescindible en los sacrificios
védicos.
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