El Mahabharata y el Ramayana - las dos grandes obras de la
literatura sánscrita - son enormes monumentos literarios, verdaderos claves de bóveda de la literatura universal.
Tanto sus hilos argumentales, como personajes,
situaciones, episodios e incluso convenciones literarias corresponden - básicamente - a los de La Ilíada y La Odisea, pero también
a otras narraciones épicas de la tradición indoeuropea de la que es directa heredera la literatura occidental y que conforma,
por tanto, nuestro imaginario colectivo y personal de ahora mismo.
La lectura de la épica sánscrita cautiva por la variedad y
belleza de los escenarios en los que se suceden una avalancha de episodios de todo tipo, rebosantes de escenas de amor y de extrema
crueldad, de amistad y de traición, de violencia y de paz, de vergonzoso
egoísmo y de sacrificio heroico y ejemplar.
Pero el interés máximo de estos dos gigantescos poemas está
en sus numerosos protagonistas y en la multitud de personajes secundarios. Todos juntos conforman un mosaico detallado y
profundo que retrata todas las facetas del alma humana.
Enfrentados a su karma y a su dharma, a su destino
y a su deber, entre dudas y certezas, sus sentimientos, sus pensamientos y sus actos son como los nuestros.
Ellos son el espejo en el que nos miramos.
Ellos son el espejo en el que nos miramos.
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