miércoles, 15 de octubre de 2014

PANCHAKANYA. VÍRGENES SAGRADAS, MUJERES LIBRES

La tradición popular india mantiene viva la devoción a un grupo de cinco mujeres legendarias, protagonistas de varios episodios de la narrativa épica del subcontinente. 

Tres de ellas - Ahalya, Tara y Mandodari - llegan a nosotros partiendo de los versos del Ramayana. Las otras dos - Kunti y Draupadi - provienen de las páginas del Mahabharata.

Las Panchakanya - pancha: cinco, kanya: virgen -, como son conocidas, siguen siendo hoy veneradas como mujeres ejemplares, más allá de maridos, hijos, padres, poliandrias o adulterios, además de los trágicos acontecimientos de los que son protagonistas.

Estos iconos de la perenne identidad femenina sobrepasan el papel de hijas, esposas o madres de personajes masculinos relevantes y despliegan sus propios destinos individuales, admirables por parte de todos, en todas las épocas.  


Ramayana. Impulso centrípeto

Ahalya, por ejemplo, joven esposa de Gautama - uno de los ancianos Siete Sabios de la tradición hindú - es seducida por Indra, personificación del soberano de la jerarquía celestial. Maldita por adúltera y condenada a ser invisible . o, tal vez, a convertirse en guijarro - recupera toda su dignidad debido a su devoción a Rama, una de las encarnaciones de Vishnu, el principio benefactor divinizado.

Las otras dos kanya del Ramayana tienen intervenciones destacadas en los hechos que las rodean.

Tara, la esposa del rey Vali - ambos cónyuges simios humanizados - supuestamente viuda, es forzada a casarse con su cuñado, precipitadamente nombrado nuevo monarca. Cuando Vali regresa, sólo la inteligencia y bondad de Tara evitan, en parte al menos, un venganza bélica literalmente fratricida.



Por su parte, Mandodari, la esposa del demoníaco rey Ravana, el raptor de Sita que desencadena con su delito la guerra emprendida por su legítimo marido. A pesar de no conseguir la liberación de Sita, el amor incondicional de Mandodari por su esposo permanece como ejemplo de afecto conyugal.


Mahabharata. Más arriba, más lejos

A su vez, Kunti y su nuera Draupadi comparten parentesco, escenario literario en el Mahabharata y poliandria, además de destierros y las consecuencias de una guerra de exterminio.

Kunti tiene cuatro hijos naturales, pero permanece inmaculada después de cada fecundación. El primero - ilegítimo - con el dios Surya, es decir el símbolo del Sol, y los otros tres, mientras está formalmente casada con el rey Pandu - condenado a no tener descendencia biológica -, con otros tantos divinizaciones: Dharma (el Deber), Vayu (el Viento) e Indra. Adopta también a los dos gemelos de la segunda mujer del marido, que consta así como padre formal de cinco hijos, conocidos como Pandava.

Draupadi, finalmente, se casa simultáneamente con los cinco hermanos acabados de mencionar y, el igual que su suegra, recupera la virginidad después de estar con cada uno de ellos. Su íntima fidelidad a cada uno de sus maridos y, sobre todo, a ella misma la convierten en objeto de todo tipo de humillaciones y agresiones que no consiguen doblegar su majestuosa dignidad.

En cualquier caso, ambas son, por su sabiduría y autoridad, las verdaderas - aunque secretas - cabezas de familia de sus respectivos hogares y resultan decisivas en las vidas de los hombres que las rodean.


Dignidad imperturbable

Pero por encima de todas estas intrincadas trayectorias personales, las kanya comparten claros rasgos comunes que son, en definitiva, lo que las convierte en arquetipos.

Ninguna de ellas tiene, por motivos diversos, un modelo materno que les muestre el pretendido rol social de las mujeres y todas sufren pérdidas familiares graves (hijos, maridos, padres...) y el maltrato, a menudo físico, de una sociedas ferozmente discriminatoria. Sin embargo, cuestionan el concepto tradicional de matrimonio y maternidad, que confina a la mujer a funciones puramente biológicas, van más allá y se convieten en ejemplos éticos colectivos.

Permanecen vírgenes, puesto que su pureza se asienta en el hecho de no romper ningún código humano, excepto las injustas ortodoxias de las sociedades patriarcales. Esta es la razón por la que nunca pierden su verdadera integridad.

Distinguen lo correcto del error. Persisten en sus convicciones a pesar de todos los obstáculos. Muestran siempre una profunda sabiduría, un conocimiento superior del sentido real de la vida. Demuestran una imperturbable fortaleza espiritual.

Es, sin duda, por este motivo que su testimonio - y su mantra - continúan tan presentes:

El recuerdo de las cinco vírgenes sagradas
- Ahalya, Draupadi, Kunti, Tara y Mandodari -
vence incluso a las mayores dificultades.