miércoles, 8 de noviembre de 2017

LA ARDILLA, LOS SIMIOS Y EL PUENTE A LANKA (RAMAYANA, VERSIÓN ALTERNATIVA)

- ¡Apártate! Siempre te pones en medio... ¿No ves que estoy cargando esta roca? ¡Al final conseguirás que me caiga!

Así increpó un mono a la ardilla que se deslizaba, apresurada, entre sus piernas y las de sus compañeros. Estaban acumulando troncos y grandes rocas para construir un puente entre tierra firme y la lejana isla de Lanka.

- ¡Yo también quiero ayudar a liberar a Sita! - respondió la excitada ardilla que iba colocando guijarros y ramitas entre los materiales que estaban formando la enorme plataforma.


Los simios construían un acceso para que Rama y su ejército pudiera llegar a la isla y recuperar a su esposa, secuestrada y mantenida prisionera en su reina en medio del mar, por el diabólico Ravana. De hecho, fue el propio Rama quien, interesado por el corro formado alrededor del griterío, acudió a calmar los ánimos.

- No os peleéis - rogó el heroico Rama, octava encarnación de Vishnu - Los guijarros y las ramitas que trae la ardilla sirven para trabar y hacer más fuertes los cimientos del puente que nos llevará a la victoria.

Y añadió, acariciando a la ardilla:

- Las grandes tareas sólo son posibles con la colaboración de todos. Cuanto más difícil es el reto, más juntos debemos estar.

Y así fue como, después de terminar el puente y grandes esfuerzos, Sita pudo ser liberada.

(Y como, desde entonces, la ardillas de aquellas tierras lucen tres rayas en el lomo.)


AQUELLO QUE LOS RAMAYANAS - Y LOS PUENTES - UNEN

La fábula de la ardilla acariciada por Rama no figura en la versión del Ramayana considerada tradicionalmente canónica y más antigua, atribuida a Valmiki.

En realidad, según se clasifiquen, hay más de trescientas versiones de este gran poema épico. Tanto Rama como su viaje - "yana" significa viaje en sánscrito -, así como la multitud de otros personajes que le acompañan han sido y son objeto de devoción popular por todo el Sudeste asiático, desde Nepal a Filipinas y, en la actualidad, también en Occidente.

El libro es considerado sagrado por numerosas creencias hinduistas, budistas, sijs y jainistas de todas las latitudes en las que estas doctrinas se practican. Muchos de estos cultos han generado sus propias versiones de la obra y así, a partir de un núcleo narrativo básico, más o menos invariable, el Ramayana ha ido enriqueciéndose con las correspondientes versiones que acogen y se adaptan a las características particulares de fe, tiempo y lugar. 

Hay, además, desde siempre, numerosas versiones resumidas y obras de teatro completas o de episodios singulares, como el de la ardillas, por ejemplo. Además, proliferan últimamente, por todo el mundo, adaptaciones cinematográficas y para la televisión, así como una nutrida colección de cómics. 

En cualquier caso, lo que es también materialmente cierto, es que el puente escenario de la fábula de la ardilla, más allá de su origen mítico, existe. Tramos de carreteras y puentes intermedios, construidos sobre la cadena de bancos rocosos que hay entre el subcontinente indio i la isla de la actual Sri-Lanka, permiten salvar, cómodamente, la cincuentena de kilómetros que los separan.

O que - como hacen los Ramayanas esparcidos por el mundo, en cuanto a pueblos y culturas - los van uniendo.