viernes, 31 de agosto de 2018

EL SÁNSCRITO QUE YA HABLAMOS

Gracias al contacto con otras culturas hemos ido incorporando a nuestra lengua palabras que - al menos al principio - no nos eran propias.

Decimos, por ejemplo, airbag, ego, geisha o chófer, de origen inglés, latín, japonés o francés respectivamente sin, la mayoría de las veces, darnos cuenta de su origen ajeno a nosotros. Claro que los hablantes de otros idiomas usan también términos procedentes del castellano. Guerrilla, bodega, camarada o siesta son algunas muestras.

Este fenómeno - que los filológos llaman préstamo - ha estado siempre presente en todas la lenguas, pero se ha incrementado y generalizado en los últimos decenios debido a la globalización. 


Préstamos del sánscrito


Lógicamente, los términos sánscritos no son ninguna excepción y utilizamos, por ejemplo, las palabras "avatar", "gurú", "karma" o "mantra" sin ninguna reserva. 

Se trata, por otra parte, de palabras que figuran en el Diccionario de la Real Academia en artículos que, además de sus definiciones, presentan, en primer lugar, su origen sánscrito. 


Un uso frecuente

Pero además de estas palabras de uso más o menos habitual, utilizamos también otros términos en situaciones más específicas.

Así, por ejemplo, y entre muchos otros posibles, cuando decimos ayurdeva, nos estamos refiriendo obviamente al sistema de medicina tradicional indio. La palabra es un compuesto formado por "ayus" (que significa "vida" en sánscrito y ha cambiado la ese final por una erre debido a su coincidencia con la uve contigua) y "veda" que, como los lectores de este blog sabemos, tiene el sentido de "conocimiento".  

La palabra Himalaya, que designa la conocida cordillera asiática, significa "casa del frío" ("hima": frío y "laya": residencia, casa, etc.). 

 El uso de la palabra yoga está igualmente muy generalizado y se refiere a la disciplina de origen hindú que tiene como objeto lograr el dominio del cuerpo y de la mente. En sánscrito tiene el mismo significado, pero también muchos otros conectados con su origen. La palabra proviene del verbo "yuj" que, además de su parecido con el término castellano, como corresponde a su raíz indoeuropea compartida, significa "colocar el yugo".

Finalmente Viagra - el popular citrato de sildenafil, afanosamente buscado en franjas de edad más bien avanzadas y usado, llenos de esperanzas, para tratar la disfunción eréctil - tiene su expectante homófono sánscrito en "vyhagra", que tiene el sentido de tigre.


Calco: otra aproximación

A estos acercamientos entre las lenguas tenemos que añadir una situación bien distinta: la expresión "no violencia" es un calco extremadamente preciso de su equivalente sánscrito.

En esta lengua, para decir no violencia hay que utlizar la palabra "ahimsa", es decir, la partícula "a" (un prefijo de negación, como en castellano) añadida a "himsa" que equivale - entre otras acepciones - a "violencia".

Este proceso, que es habitual en todas las lenguas y ámbitos, genera neologismos en el momento de producirse la apropiación, pero que posteriormente son integrados en el idioma receptor de manera natural.


Mirar el mundo real

Como todos los préstamos, los procedentes del sánscrito nos dan acceso a nuevos conocimientos, nos añaden nuevas maneras de ver el mundo.

Además, los préstamos sánscritos nos ponen en contacto con las singulares virtudes de esta lengua milenaria, probablemente una de las que más hechos describe y que, gracias a la multitud de sentidos que cada una de sus palabras nos ofrece, la que mejor lo hace.

Vemos el mundo, como es.