jueves, 22 de septiembre de 2016

LAS CLAVES DE LA ACCIÓN (OTOÑO EN EL RAMAYANA)



Hoy comienza el otoño y, como todos sabemos, hasta el próximo 21 de diciembre (fecha de inicio del invierno de este año), día a día, la luz irá disminuyendo y el frío será más vivo, pero en la mayor parte del enorme subcontinente indio - escenario del Ramayana y también, modestamente, de este artículo - la nueva estación, que acaba de tomar el relevo a la época de las lluvias, tiene un sentido más general: se supone que las recientes precipitaciones, además de llevarse las partículas de polvo de la atmósfera, también lo han hecho con las nieblas que pueden empañar el intelecto.

En otoño pues el cielo - y los pensamientos - son más claros que en ninguna otra época del año.

Sea como sea, con independencia de la mágica verosimilitud de esta creencia, Valmiki, el legendario autor del Ramayana, describe el transparente paisaje de estos meses con la precisión y el lirismo encendido que ya conocemos (*).

Lavadas por las lluvias de los grandes nubes,
los montes y las llanuras
parecen bruñidos y brillan
como esmaltes bajo la luz de la luna.

El cielo recuerda el reflejo de una espada recién afilada
y han menguado las corrientes de los ríos.
La brisa es fría y mece a los lotos rojos
mientras la oscuridad, liberada de ella misma, luce en todas direcciones.


Es en esta luminosa atmósfera que Laksham, el hermano menor de Rama - que le ha acompañado en sus azaroso exilio -, al verlo paralizado por la añoranza de su esposa, secuestrada por el demoníaco Ravana, le insta a levantarse: 

¿Por qué dejarte encadenar por la debilidad?
¿Por qué permites que se doblegue el temple de tu alma?
Este triste desaliento pretende ser profundo;
sin embargo, a que te lleva retrasar los pasos adelante? 

El hermano de Rama le aconseja entonces con palabras de validez perenne: 

¡Ponte en marcha con firmeza y la mente clara,
concéntrate en la victoria y sus frutos!
¡Prepara bien el camino y haz cada día el tramo de cada día! 
¡Sé siempre tú mismo! 

En este momento, los afortunados lectores del Ramayana estamos justo en el centro del verdadero punto de inflexión del argumento y empezamos a descubrir un nuevo y emocionante territorio narrativo.

Hasta ahora, Rama ha padecido todo tipo de tribulaciones: traiciones, maltratos, engaños, sacrificios inútiles ... A partir de este momento, el héroe - golpeado por la vehemencia y por el poder de convicción de su hermano - sujeta con fuerza las riendas de su propio destino, consigue aliados, encuentra su enemigo, lo vence y alcanza su propósito, en este caso, recuperar su esposa. 

Así es como inicia y nos cuenta su transformación: 

En todo momento tengo presentes trabajo y medios
y mi corazón, ahora gozoso, está lleno de fuerza.
Venceré las debilidades mirando dentro de mí la luz final.
Siempre es buen momento para empezar. 

Se trata de unos consejos (o de una serie de técnicas) que - formulados a menudo con palabras muy parecidas a las del Ramayana - siguen siendo tan válidos y útiles hoy como hace tres mil años: meditación, concentración, análisis, visualizaciones, planificación, trabajo, iniciativa ...

Aparte de ser libro de referencia de numerosos grupos hinduistas de todo el mundo, el Ramayana sigue siendo una obra tanto válida hoy como al momento de ser compuesta. 

Además, naturalmente, de una de las piedras angulares de la cultura universal.

(*) Todas las estrofas citadas en este artículo pertenecen al Sarga (denominación de los capítulos del Ramayana) XXX del cuarto libro de la obra, conocido como Kishkindha Kanda (Kishkindha es el nombre del reino de sus simiescos aliados y Kanda la denominación de los libros de este poema épico),

miércoles, 7 de septiembre de 2016

INDRA. EL REY DE LOS DIOSES, EN LOS LABERINTOS HUMANOS



Doscientos ochenta y nueve de los mil veintidós himnos del Rig Veda tienen a Indra - el rey de los dioses - como único protagonista.



Como afirma el eminente sanscritista Arthur Macdonell (1):



"Indra es invocado de manera individualizada en la cuarta parte de los himnos del Rig Veda, mucho más a menudo que los dirigidos a cualquier otra deidad. Se trata del dios preferido nacional de los pueblos védicos."



Macdonell completa su comentario con precisiones sobre el perfil de la divinidad:


"Por otra parte, su aspecto es el más antropomórfico de los miembros del panteón y también el que más investido está de rasgos mitológicos.



Indra es, por encima de todo, un dios de la tormenta, que vence a los demonios de la sequía y de la oscuridad, libera las aguas y conquista la luz. En segundo término es el dios de las batallas que ayuda a los victoriosos arios a vencer a los enemigos aborígenes. "



El breve himno 171 del décimo mandala completa el retrato de un Indra en constante contradicción, tanto con el resto de los dioses y de los humanos como con él mismo y las prácticas ceremoniales (2):



Por el amor a Itatí, que exprime el jugo, empujaste su carruaje. Sentiste la llamada del oferente de Soma.



Has separado la cabeza de la piel del rebelde Sacrificio y lo llevaste a la casa del oferente de Soma.



O Indra, en un instante, cuando pensaste en ello, perdiste al mortal Venya por el devoto Astrabudhna.



Lleva de nuevo al Sol al Este ahora que está en el Oeste, o Indra. ¡Incluso contra la voluntad de los dioses!



Las virtudes de Indra, heredadas como sabemos por toda suerte de divinidades sucesivas, algunas todavía vigentes, parecen una proyección de los anhelos más básicos de sus súbditos humanos: conseguir seguridad y riquezas.



En cualquier caso, los enfrentamientos territoriales de los recién llegados arios con los multi-étnicos habitantes del subcontinente indio fueron dejando paso a una sincrética convivencia.



A pesar de la aparición de una visión polifacética de la realidad, representada por Brahma, Vishnu y Shiva, el culto a Indra y la perspectiva maniquea de los contactos entre diferentes colectivos humanos ( "nosotros" somos ejemplo de civilización; "ellos", en cambio, una pandilla de salvajes) nunca ha dejado de estar presente.



A lo largo de los milenios, los grandes desplazamientos de población y las colisiones que generan han demostrado ser inherentes a la evolución de la Humanidad.



Siempre se han producido, a menudo acompañados de situaciones inaceptablemente trágicas. A pesar del crecimiento de una conciencia de la globalidad de problemáticas y soluciones, lo estamos viviendo - ¡todavía! - ahora mismo.



Los laberintos humanos en los que Indra busca una urgente salida parecen seguir formando parte de nuestra cotidianidad.









(1) Arthur Anthony Macdonell (1854 hasta 1930), legendario catedrático de sánscrito en Oxford, es autor de numerosos e indispensables trabajos sobre védico y sánscrito. La cita proviene de la introducción al estudio sobre Indra en "A Vedic reader for students".



(2) Como sucede a menudo en los himnos del Rig Veda, el texto del poema 10.171 da por conocidos personajes, situaciones y prácticas ceremoniales. Afortunadamente, los contextos de cada composición son a menudo suficientes para captar su sentido y su belleza. Recordemos, en todo caso, que el soma es una bebida de origen desconocido, imprescindible en los sacrificios védicos.