viernes, 22 de noviembre de 2013

LA SONRISA DE CHANAKYA (O LOS CONSEJOS DE UN MAQUIAVELO INDIO DEL SIGLO IV AC)

La cultura sánscrita acoge y genera todo tipo de disciplinas desarrolladas por toda clase de personalidades.

Sin duda, una de las más fascinantes es un profesor de economía y de ciencias políticas de la universidad de Taxila, en el actual Punjab (Pakistán), llamado Chanakya. Vivió, muy probablemente, entre los años 350 y 283 aC y continúa despertando el interés de los estudiosos, quienes le califican como el Maquiavelo indio.

Consejero de los dos primeros emperadores del Imperio Maurya - que se extendió por el subcontinente indio entre los siglos II y IV aC -, nos ha dejado dos grandes obras. Por un lado, el Arthashastra, un tratado de política económica y de estrategia política (artha: riqueza, etc. y shastra: teoría, ciencia...) y, por el otro, el Neetishastra, que trata de la forma ideal de vida (en este contexto, neeti puede traducirse por sabiduría política).

También nos ha llegado una recopilación de 455 consejos que muestran un vivo interés por la felicidad humana, una admirable capacidad de observación e, igualmente, a menudo, una fina ironía.

He aquí una brevísima muestra:

- Es mejor no tener rey a tener un mal rey.
- El perfume de las flores se difunde en la dirección del viento, la bondad se expande en todas direcciones.
- Una vez hayas comenzado una tarea, no temas al fracaso y no la abandones. Quien trabaja con determinación alcanza la felicidad.
- Los libros son tan útiles a los necios como los espejos a los ciegos.
- No reveles tus pensamientos hasta ponerlos en práctica; manténlos escondidos con la firme voluntad de llevarlos a cabo.
- Quien vive en nuestro corazón está cerca incluso desde la lejanía, pero quien no lo está permanece lejos aunque lo tengamos al lado.
- No te preocupes por el pasado ni te angusties por el futuro. El sabio sólo se ocupa del presente.
- La serpiente, el rey, el tigre, la abeja, el niño pequeño, el perro de otro y el loco... ninguno de estos siete debe ser despertado cuando duerme.

Más allá de la creencias y de las costumbres que denotan algunos de estos aforismos, su utilidad (y la media sonrisa que con frecuencia provocan) continúa tan válida hoy como hace veinticinco siglos.  

lunes, 11 de noviembre de 2013

RAMA: HÉROE POLIÉDRICO, GIGANTE LITERARIO

El Ramayana - uno de los dos grandes poemas épicos de la literatura sánscrita - nos introduce en la extraordinaria vida de Rama, sucesivamente hijo, hermano, príncipe, esposo, guerrero y rey, siempre ejemplar. 

A lo largo de los siglos, este personaje ha sido - y sigue siendo - un modelo de comportamiento en todas las situaciones para las sucesivas generaciones de la India. La obra, afortunadamente para nosotros, se ha incorporado de manera indiscutible al cánon de la mejor literatura universal.

El argumento básico es sencillo y familiar: el marido se enfrenta y vence a un rey enemigo que ha raptado a su esposa. Otros elementos nos son también conocidos: los rasgos fundamentales de algunos personajes, episodios puntuales, intervenciones divinas...

Pero muchos otros son exclusivos del Ramayana. Destacan el periodo descrito, que se inicia antes del nacimiento del protagonista, la intervención decisiva en la trama de animales humanizados y, sobre todo, el lenguaje, rico y exuberante, de una precisión que matiza todo lo que describe, especialmente los sentimientos de los personajes y, sobre todo, del propio Rama.

Éste, enfrentado a su destino, lleno de contradicciones entre los deberes de la realeza y los del matrimonio, toma decisiones que lo llenan de dolor. Sus dudas, su humanidad, sus errores y sus aciertos arrastran al lector.

El Ramayana es un clásico y, por lo tanto, un libro permanentemente moderno que hay que leer. O, si ya se tenido la suerte de disfrutarlo, releer una y otra vez.

Quizás un  retrato de Rama - extraído del Canto II del primer capítulo de la obra - pueda estimular a una lectura inmediata:

...Rama era modesto y nunca mostraba ni sus sentimientos ni lo que pensaba. Ayudaba a los demás sin vacilar. No se irritaba nunca ni se alegraba sin motivo. Sabía cuando tenía que dar y cuando debía recibir. Era devoto; su mente era firme y tranquila y sólo se rodeaba de buenas personas. No hablaba de nadie; era diligente y cuidadoso. reconocía sus propio errores y también los de los demás.

Conocía la teoría y la práctica de las ciencias. Era hábil en penetrar el corazón de los hombres y rechazaba y concedía favores con clarividencia y respeto a los preceptos. Sabía cuando debía premiar y cuando castigar...