miércoles, 14 de octubre de 2015

EL SÁNSCRITO O LOS PELIGROS DE LAS NOCHES DE VERANO

Es preferible dejarlo bien claro desde ahora mismo: la lengua sánscrita representa un riesgo para quienes nos adentramos en ella.

Más aún: es un peligro.

Lo experimentamos cada día los que frecuentamos sus textos, usamos su gramática o utilizamos su léxico: el sánscrito muestra toda la complejidad - la riqueza real - de todo lo que rodea a sus valientes lectoras y a sus temerarios lectores. Peor todavía: nos pone ante nosotros mismo, sin concesiones, no ya a la piedad sino ni siquiera a la indulgencia. Nos cambia, nos incita a evolucionar, nos hace más y más humanos.


Acercarse a la enormidad de la literatura sánscrita significa acceder a un cúmulo de informaciones y opiniones, reunido a lo largo de miles de años, que examina todo a lo que puede enfrentarse cualquier persona en cualquier circunstancia: la propia existencia, la realidad, el amor, el deber, el matrimonio, la guerra, el sexo, la muerte, la violencia, la risa, la belleza, la divinidad, el Universo, la percepción, la Naturaleza, la anatomía, la política, la urbanidad, los rituales, el planeta, el humos, el deseo, la comida, el propósito, la familia, el significado del lenguaje o la agricultura, entre cientos de temas tratados.    

Tras conocer estos textos, la opinión que se tiene de todo ello resulta más global, más profunda. Y el lector queda transformado.

Pero es que, además, para cada uno de estos conceptos, el sánscrito dispone a menudo de docenas de palabras que los definen desde puntos de vista distintos y con matices diferentes. 

Así, por ejemplo, para decir "amor" en sánscrito no tenemos más remedio que elegir entre más de cincuenta términos. Diremos "snehala" si queremos expresar nuestra ternura y nuestro cariño, pero usaremos "kama" si nos referimos a una atracción erótica, o "prema" cuando sentimos una respetuosa estima, o "rati" cuando buscamos diversión, o "priti" para declarar un amor sincero, pero también alegre y divertido. La lista podría continuar, pero ya se ve que antes de decir en sánscrito que sentimos amor por alguien, debemos examinarnos sinceramente y en detalle y tomar conciencia de cuáles son, exactamente nuestros propios sentimientos. Es decir debemos crecer, ser más nosotros mismos.

Esta exigencia de precisión queda también reflejada en la gramática.

Recordemos que en sánscrito disponemos de tres géneros (masculino, femenino y neutro), de tres números (singular, dual y plural), de una declinación de los nombres con ocho casos - ya que añade un llamado "instrumental" a los del latín - y que la conjugación de los verbos es también más amplia que la de las lenguas románicas (como el castellano) o germánicas (como el inglés).

Es lógico pues que, si pudiéramos mirar lo que nos rodea y examinar nuestros pensamientos, sentimientos y sensaciones "pensando en sánscrito", tendríamos una percepción más intensa, matizada, diversa y precisa. Más real. Resultaríamos renovados. (1)

El poeta, ensayista y filósofo estadounidense Ralph Waldo Emerson (2) al referirse al Rig Veda - el primer libro de poemas conservado en una lengua indoeuropea -, mediante un pensamiento extensible a toda la cultura sánscrita, lo expresaba así:

Cada vez que leo los Vedas, siento que me ilumina un resplandor sobrenatural y desconocido. En la gran enseñanza de los Vedas no hay lugar para el sectarismo. Pertenece a todas las Edades, filosofías y nacionalidades y es el mejor camino para alcanzar el Gran Conocimiento.

Cuando los leo, siento que estoy bajo los cielos estrellados de una noche de verano.   


(1) Los practicantes asiduos de yoga tenemos de todo ello - modestamente y salvando todas las distancias - una cierta experiencia. Los nombres de los asanas - o posturas - y el canto de los mantras que entonamos durante nuestras sesiones nos acercan a realidades difícilmente compartibles con quienes no tienen el placer de disfrutas de estas vivencias.

(2) Ralph Aldo Emerson (1803-1882) fue un ensayista, conferenciante y poeta acérrimo defensor del individualismo y de la Naturaleza. Fue amigo y admirador de Henry David Thoreau y de Walt Whitman y conoció el Hindusimo a través del gran hindólogo, filólogo y fundador de la mitología comparada, de origen alemán, Max Müller.

 

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